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lunes, 25 de marzo de 2013

El norte se despierta turísticamente



A 1,350 metros de altura sobre el nivel del mar, en el corazón de la Reserva Tisey-Estanzuela, en Estelí, don Alberto erige un mundo primitivo, una ciudad en piedra. Escribe en las rocas historias de la vida cotidiana de los pueblos del norte y sobre momentos que quizás nunca vivió, pero soñó. Ahí convive en solitario con la naturaleza, lejos del trajín urbano. La aventura es un viaje al pasado.

Las grandes rocas arcillosas de la reserva son el papel sobre el cual Alberto Gutiérrez, de 75 años, comenzó a desplegar hace cuatro décadas su talento y hoy más de 2,300 imágenes evocan momentos del ayer y hoy, y hechos que marcaron un hito en la historia mundial.

No utiliza tinta, sus ásperas y gruesas manos denotan el rústico trabajo de este hombre. Un viejo cincel y su imaginación han dado vida a elefantes gigantes, cocodrilos hambrientos, tortugas, temibles serpientes, a los rostros de Salomón de la Selva y Rubén Darío, tribus indígenas, la parroquia central de Ocotal y hasta las otroras Torres Gemelas.

Casi 35 años después desde que inició su vida artística, las obras de este popular ermitaño de voz suave, flaco, alto, barba canosa y manos de artista atraen a miles de aventureros que se atreven a escalar hasta las primitivas imágenes.

Los años parecen no envejecer el espíritu de don Alberto. Sus fuerzas no se merman a medida que escala con agilidad la montaña en busca de sus obras, que pueden deslumbrar al visitante desde que emprende la caminata y se topa con una piedra tallada a mano donde se recrean los primeros años de su vida artística.

Su peculiar historia se remonta a su niñez. Tenía 9 años cuando en su cumpleaños su padre le dijo que debía dejar un legado a la cultura nicaragüense. Esa noche soñó, mientras dormía en una piedra, que sería artista.

De lo que no se enteró esa noche este ermitaño era de que emprendería su vida artística ya casi en el ocaso de su existencia. Y tampoco de que su historia se inmortalizaría en papel por decenas de prestigiosas revistas que vienen a Nicaragua en busca de su singular vida.

Hoy, su casa hecha con trozos de cartón, plástico viejo y madera podrida es un sitio de peregrinación. A la finca El Jalacate, donde están enclavadas las creaciones de este hombre, llegan cada año miles de turistas de todas parte del mundo para escalar por casi una hora la montaña y fotografiar las esculturas al pie de milenarios árboles que se levantan sobre agudas pendientes.

Y es que las obras de don Alberto, casi única en su tipo en Nicaragua, son parte de los múltiples atractivos que ofrece el turismo en el norte del país. Estelí, Jinotega y Somoto comparten en este momento un mismo esfuerzo: impulsar el turismo rural sostenible aprovechando el alto potencial natural que posee la región. Y lo están logrando.

ACTIVIDAD EN DESARROLLO


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La ciudad primitiva del norte


En los últimos años, las fincas agroturísticas han florecido en el norte y se están aliando para crear un corredor turístico donde abunde la aventura, el senderismo, el avistamiento de aves, agua, café, tabaco, artesanía, montañismo, historias, pero sobre todo un buen sabor culinario, de esos que comprometan a cualquier visitante regresar de nuevo en sus próximas vacaciones.

Otto González Casco, delegado del Instituto de Turismo (Intur) en Jinotega, señala que el despertar del turismo está ocasionando la aparición acelerada de hostales, hoteles, bares y restaurantes y mucha inversión en las zonas de acceso a los destinos turísticos de los departamentos del norte del país.

Tal es el impulso que en 2007 cuando González llegó a Jinotega, en todo el departamento solo habían 54 empresas vinculadas al turismo y ya para 2013 se espera elevar a 500 las pequeñas y medianas empresas turísticas, principalmente albergues familiares, hoteles, restaurantes, casinos, tragamonedas y otros. Se están haciendo alianzas entre todas estas iniciativas empresariales.

CERÁMICA NEGRA


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La ruta de la cerámica


A 15 kilómetros de Jinotega, en la comunidad Las Cureñas, un grupo de mujeres de dos cooperativas trabaja la cerámica negra. Luz Marina Herrera es presidenta de la cooperativa San Expedito integrada por 11 mujeres. Todas ellas trabajan el barro y venden artesanías utilitarias y decorativas.

Hace algún tiempo esta cooperativa no tenía personería jurídica. No tenían posibilidad de obtener un crédito y tampoco habían descubierto que el trabajo que realizan con sus manos era una joya capaz de atraer turistas.

Luz Marina, mientras moldea sobre un torno artesanal el húmedo barro, cuenta que fue hasta que llegó el programa FHI360 —que ejecuta en el norte del país un programa sobre turismo sostenible con fondos de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo de la Cooperación Internacional (USAID)— cuando descubrieron que podían aprovechar el potencial del negocio.

Ella nunca había salido de la comunidad. Apenas conocía la ciudad de Jinotega y otras zonas del norte, pero la visión de este grupo de artesanas cambió cuando en el marco de ese programa de la cooperación internacional, tras varios meses de capacitación, Luz Marina viajó a Costa Rica para conocer qué es lo que hace ese país del sur para atraer como imán a miles de turistas hacia sus zonas rurales.

Esta mujer dice que se llevó sorpresas en el vecino país, porque “nosotros tenemos un potencial de riquezas más que ellos, lo que pasa es que acá no los explotamos”. Y tras volver a Nicaragua, organizó a las otras mujeres y diseñaron paquetes de servicios para atraer a los visitantes al pequeño taller de la cooperativa que está hecho de lata y madera.

Y así fue como hoy ofrecen a los visitantes la oportunidad de vivir la experiencia de la cerámica. Cualquier viajero que se acerque a la cooperativa de estas mujeres puede fabricar con sus propias manos cada una de las piezas que le interesa comprar. Las mujeres, que sorprenden a cualquier europeo o norteamericano cuando estas les hablan en inglés, ofrecen al visitante un tour sobre el proceso de elaboración y moldeo de las piezas.

Tal es el interés que está despertando el trabajo de estas artesanas que en promedio cada mes reciben entre 100 y 200 turistas, principalmente de Estados Unidos y Europa. Algunas de sus piezas (tazas, jarrones cerveceros y adornos) se ofrecen en algunos hoteles del norte.

AGUA Y FAUNA


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Aventura en agua


El norte del país también está apostando por aprovechar las fuentes hídricas. A 40 kilómetros de la ciudad de Jinotega se encuentra el lago de Apanás, donde hasta hace poco sus habitantes, en Sisle, desconocían el significado de la palabra turismo. Pero de un tiempo para acá, los comunitarios de esa zona solo piensan en qué paquete turístico idear para llamar la atención de los turistas.

Los esfuerzos están dando frutos. El joven David García vino procedente de Valencia, España, a Nicaragua para realizar pasantías. En un caluroso fin de semana de febrero, el turista decidió aventurarse al lago de Apanás y lo primero que le sorprendió al llegar fue la belleza natural de la zona, que apenas empieza a venderse al mundo.

En los últimos años, con la asesoría de FHI360, las familias que sobreviven de la pesca se han organizado en cooperativas, para darle otro giro a la zona: ofrecer deportes acuáticos, avistamiento de aves, alimentación, senderismo y alojamiento. Y aunque la llegada de turistas todavía es incipiente, los lugareños no se desaniman y están creando las condiciones para que “en tres o cuatro años se incrementen esas visitas”, afirma Orlando Rodríguez Montenegro, coordinador del minicircuito en la cuenca de Apanás y miembro de la cooperativa El Conejo.

Pero ¿qué se puede hacer en el lago de Apanás? Además de contemplar uno de los humedales más grandes del mundo, el turista puede pasear en lancha, observar aves residentes y migratorias y a su vez pescar. María Teresa Cruz, quien forma parte de un proyecto ecológico de La Cuculmeca, sostiene que se está trabajando en la creación de un catálogo de aves, para que durante el tour el viajero identifique cada una de las especies que conviven en la laguna.

Durante tres horas que puede tardar la aventura sobre el agua, el viajero contemplará aves exóticas como la gallina de agua, pato cara blanca, alzacolita, martín pescador amazónico, entre otras.

FINCAS AGROTURÍSTICAS Y SENDERISMO


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Agroturismo florece en el norte

Hace seis años Eduardo Suárez Guzmán y su esposa alemana Izabel Zeug decidieron vacacionar en la Reserva Natural Miraflor-Moropotente, en Estelí. Ahí descubrieron un “diamante” natural que pronto se dejaría al descubierto y atraería a miles de turistas. Su intuición no les falló. Se compraron una manzana de tierra y pronto levantaron tres cabañas de bambú. “El turista cuando ve estas cabañas ecológicas se desborda”, afirma Suárez, propietario de la finca Neblina del Bosque, en la reserva Natural Miraflor-Moropotente.

Al igual que la mayoría de fincas que están en esta reserva, el sistema eléctrico de estos lugares proviene de fuente solar. Y no se preocupe, en las habitaciones hay agua caliente. Hay bar y restaurante, y por la noche, a medida que la niebla baja de las copas de los árboles y la temperatura llega a los 10 grados, hay espacio para tertuliar junto a una fogata y asados.

Suárez dice que este impulso en el turismo rural no sería posible sin la alianza que han establecido con los productores de la zona, quienes son sus proveedores de algunos alimentos que durante el día son degustados por los turistas. Su esposa, quien estudió turismo en Alemania es la encargada de dirigir la cocina y administrar parte de los recursos financieros de la finca. En 2009, esta finca apareció en un reportaje publicado por la prestigiosa National Geographic, por su apuesta a la producción de alimentos orgánicos.

El pequeño empresario asegura que tal es el interés que ha despertado el norte que en los últimos años han empezado a llegar turistas que están dispuestos a pagar 40 dólares por noche solo para estar en armonía con la naturaleza.

Actualmente FHI360 ejecuta en el norte un programa de apoyo y asesoría a una red de proveedores de servicios turísticos y trabaja en el diseño de un paquete de información turística para crear un circuito de destinos que pueden ser visitados por los viajeros.

Además de las fincas turísticas y la artesanía, el circuito incluye tours en las tabacaleras, donde los turistas pueden conocer desde que la planta de tabaco está en el campo hasta su procesamiento y empaque final como puros. El esfuerzo que está haciendo el norte demuestra que es una zona que puede ofrecer más que café y montañas.

QUESOS Y AVENTURAS


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Queso, tortillas y cerámica


Cualquier turista que visite el norte del país no puede dejar de conocer La Garnacha. Situada en San Nicolás, Estelí, acá el menú turístico abarca desde la visita a un mirador para contemplar el imponente cerro Apaguajil hasta la delicia de degustar quesos gourmet, al estilo francés.

En palabras de Eliodoro Miranda, guía turística de La Garnacha: el viajero, además de pernoctar, durante el día puede adentrarse en la agricultura orgánica, conocer los procesos de cultivo de lombrices, ordeñar cabras y vacas, visitar la huerta donde se cultivan 22 variedades de hortalizas.

También viaje al mundo de las tortillas y las artesanías, y conozca el proceso que implica cada una de estas dos actividades. Igual se puede cabalgar o visitar las tenebrosas cuevas volcánicas.

A este lugar se llega a través de un autobús que sale de Tisey-Estanzuela cualquier día menos el miércoles. También tienen una camioneta que puede trasladar a los visitantes que se encuentren relativamente cerca de Estelí. Cada mes estos comunitarios reciben unos 300 turistas extranjeros.

AMANEZCA JUNTO AL CAÑÓN DE SOMOTO


El Cañón de Somoto, en Madriz, también está envuelto en el impulso que el turismo rural está experimentando en el norte del país. Y muestra de ese entusiasmo es que ahora los turistas que visiten este sitio podrán pernoctar junto al cañón. Ya no habrá necesidad de hospedarse en la ciudad de Somoto, pues ahora está la quinta San Raphael del Cañón, a escasos metros de esa belleza hídrica.

Saúl Obando, administrador de esta finca agroturística, explica que ese hotel de montaña cuenta con tres cabañas y una casa colonial de adobe repellado.

La novedad es la cabaña central, que cuenta con cuatro cuartos, pero con capacidad de albergar a 12 personas. En el interior hay un amplio salón con chimenea al centro. Además hay un área de esparcimiento y barbacoa. En total, este hotel tiene la capacidad de alojar a 32 personas, pero también cuenta con 20 casas de campaña para 80 personas.

El cañón puede ser recorrido a caballo o burro, pero si prefiere sentir a tope la adrenalina, también puede aventurarse a cruzar el río en cuadraciclo. Gonzalo Hernández, gerente de Namamcambre Tours, sostiene que todos los comunitarios asentados en el cañón están involucrados en el esfuerzo de atraer turistas y afirma que esperan un repute en las visitas a este sitio ahora que cuenta con un sitio de alojamiento.

Fuente: La Prensa

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