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domingo, 5 de enero de 2014

El Ostional, una playa virgen e inolvidable para visitar

END -27 kilómetros al sur de las bulliciosas calles de San Juan del Sur, en Rivas, se encuentra la playa El Ostional, una bahía de dos kilómetros de extensión y forma semicircular que ofrece todo lo que busca un veraneante: playa de finas arenas, bosque de manglares con un río de agua dulce, acantilados donde se estrellan con fuerza las olas, comedores populares donde el plato de la casa es el pescado y los mariscos y donde están garantizadas la seguridad, tranquilidad y el calor humano de una población acogedora.

El Ostional es una playa poco conocida y por lo mismo poco visitada, razón por la cual se mantiene casi virgen, pues a pesar de su belleza natural, en su costa no hay ninguna infraestructura de hotel ni restaurante, ya que esta es una comunidad de pescadores que no cuentan con recursos para hacer grandes inversiones turísticas.

En el sitio, sin embargo, existen todas las condiciones para disfrutar de un inolvidable día de playa, ya sea bañándose en sus frescas aguas o tomando uno de los diferentes tours que ofrecen los comunitarios para ir de pesca, hacer snorkel, observar ballenas, delfines, tortugas o visitar playas vecinas para practicar el surf.


Hospedajes improvisados


Ante la falta de recursos y una mayor demanda de hospedaje, la población se ha organizado y acondicionado cuartos en sus casas para alojar a los visitantes, a precios módicos.

Amalia Vargas y su esposo, Mario Fajardo, tienen dos habitaciones disponibles todo el año para los visitantes. Una noche cuesta US$10 por persona, pero también alquilan la casa completa por US$400 por una semana, dando también atención en alimentación para sus huéspedes a precios de C$40 el desayuno y C$80 el almuerzo o cena, que puede ser pescado, langosta o camarón. Su casa está a unos 400 metros de la costa de El Ostional.

“Aquí la gente camina tranquila en la playa, en el pueblo se siente un ambiente acogedor y el visitante se siente como en familia y le gusta este lugar porque todo es natural, sin bullicio, como en otras playas abarrotadas”, dice Fajardo, quien también es chef y encargado de elaborar la comida para los huéspedes.

A la orilla del estero, Helman Sánchez desde hace 12 años acopia pescado para venderlo en su comunidad y alquila sus pangas a los turistas para hacer viajes de recreación a la isla Bolaños, fronteriza con Costa Rica, pero también organiza expediciones para observar tortugas en el Refugio de Vida Silvestre La Flor, o para avistar ballenas que surcan las aguas nicaragüenses, y practicar el snorkel para ver peces y otras especies marinas que viven en los arrecifes de coral, o para recorrer las diferentes playas del litoral Pacífico de Nicaragua.

“Aquí hay más playas bonitas, como playa Santa Bárbara, Las Playitas, Papaturro, Manzanillo, El Castillo, El Pochote, que es el último pueblo de Nicaragua en la frontera sur, y El Naranjo, la playa que está en el límite con Costa Rica”, asegura Sánchez.


Para 2014, Sánchez tiene el propósito de construir unas champas para alojar a los visitantes que llegan en temporada de verano, aunque por el momento la gente se puede quedar a dormir bajo la sombra de la caseta o a un lado del acopio, sin pagar nada, pero si quieren una aventura en el mar solo es cuestión de ponerse de acuerdo con él.

“El tour de una hora vale US$50 en San Juan del Sur, yo cobro US$35 y le llevo en panga con la mitad de toldo para los que les gusta recibir baño de sol y para los que no se quieren asolear, además les pongo salvavidas, cañas de pescar y equipo de buceo para snorkel”, explica.


Manjares del mar

A media cuadra de la pequeña rotonda del poblado, Blanca Pizarro es ya una referencia en elaboración de comida nicaragüense, sobre todo basada en todos los manjares del mar. Su comedor Blanquita atiende todos los días del año, de 6:00 am hasta altas horas de la noche.

Su especialidad son los ceviches y mariscos y sus precios van desde C$140 un servicio de filete de pescado loro, fresco y súper suave, o un pargo de 1½ libra a solo C$200. También de aquí le hacen conexión para hacer expediciones a otros destinos turísticos.

El único hospedaje que hay frente a la costa se llama Mantarraya. Aquí ofrecen alojamiento y comida, pero también tours de pesca, avistamiento de tortugas y paseos en bote. La habitación sencilla cuesta US$15 y la doble US$25, con desayuno incluido. En alimentos los precios van desde US$5 a US$10 el plato.

Daniel Sánchez, primer vocal de la cooperativa de turismo rural comunitario dijo que en total son 35 socios los agrupados en Copetur, quienes ofrecen servicios turísticos en ramas diferentes, como hospedaje, alimentos, transporte y guías turísticos locales.

“Aquí cada socio es dueño de su local y vela por las mejoras de su negocio, todos los ingresos le quedan al propietario, y él, como socio, aporta un 2% para la cooperativa”, asegura Sánchez, quien además indica que la calidad de atención ha mejorado gracias al apoyo del Instituto Nicaragüense de Turismo, Intur, que les ha capacitado en cursos de cocina, camarero y barman, impartidos en la Escuela de Hotelería de San Juan del Sur, bajo la responsabilidad del Instituto Nacional Tecnológico, Inatec.

La esposa de Sánchez, María José Vargas, en sociedad con su suegro, Máximo Sánchez, atiende el comedor que funciona junto al hospedaje Doña Elba, propiedad de Máximo.

“Iniciamos vendiendo fritanga, después vino la idea de atender a personas que no son de la comunidad, hicimos contactos con tour operadoras, una francesa y una española, y así nació el negocio, aquí hay alojamiento y comida en la misma propiedad, somos socios, mi suegro brinda alojamiento y yo la comida. Hay capacidad para nueve personas a US$10 la noche en temporada alta y US$8 en temporada baja, y la comida tiene precios módicos: US$6 el filete de pescado, US$7 el pescado entero y US$8 el servicio de langosta”, precisa María José Vargas.


Un poblador polifacético

Máximo de la Cruz Sánchez, además de pequeño empresario hotelero, a sus 89 años es junto a Hipólito Pizarro uno de los más veteranos pobladores de El Ostional. Máximo de la Cruz recuerda que tenía 15 años cuando llegó de Rivas a estos parajes como jornalero de la hacienda Montemar, donde trabajó como machetero, leñador, ordeñador, campista, luego como carpintero, cortador de madera, albañil y pescador, llegando a tener sus propios botes y motores con los que navegaba mar adentro.

“Yo iba a buscar pescados, tiburones, todo lo que saliera de esas aguas del mar; salía a las cinco de la mañana, y a las nueve ya estaba de regreso con el producto y lo tenía que sacar afuera porque aquí había poca demanda”, recuerda el viejo lobo de mar.

Don Máximo, como es conocido en el poblado, es dueño de una admirable memoria que tiene registrados valiosos recuerdos de su niñez y adolescencia, y que aunque resiente los efectos del mal de Parkinson, que le afecta las manos, evoca con nitidez el ambiente que encontró en este lugar.

“Eran 17 casitas de techo de tablas, zacate y otras de tejas de barro, el camino era ‘impasable’ y solo se podía llegar a pie o a caballo”, dice De la Cruz Sánchez.

“Eran tiempos en que aquí no había carreteras, con decir que el primer vehículo que hubo fue una carreta de bueyes que mandaron a hacer los dueños de la hacienda, pero fue hasta 1944 que aquí entraron los primeros carros”, agrega.

En aquella época, El Ostional no conocía la luz eléctrica, pero aún así conoció la magia del cine.

“Aquí hubo cine, era mudo, con figuritas de cartón. Un telegrafista que vino de Chontales inventó un cine mudo de sombras, sin proyector. En la noche se hacían veladas. Él ponía una manta cuadrada y del otro lado ponía un candil y movía las figuritas de cartón detrás de la pantalla y al otro lado la gente miraba las sombras que se movían, de esa forma había cine a beneficio de una ermita que se estaba construyendo, se pagaba 3 o 4 centavos por la entrada, aquello era risible”.


Localidad segura

El Ostional se encuentra en el litoral del Pacífico, a 27 kilómetros de San Juan del Sur, y a 167 kilómetros de Managua, la capital de Nicaragua.
Cuenta con unas 112 casas en las que viven unas mil personas, la mayoría dedicadas a la pesca artesanal, la agricultura y al desarrollo del turismo rural comunitario a través de una cooperativa. Es una comunidad tranquila y segura para el visitante.


Hospedajes y contactos

Acopio de Helman Sánchez 8422-7298
Hospedaje Jícaro US$10 8415-4217
Hospedaje Glenda US$10 8913-3975
Hospedaje Amalia 8650-2707
Hospedaje Doña Alba 8621-4124
Hospedaje Sonia US$10 8221-5203
Hospedaje Mantarraya 8353-7091

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