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domingo, 6 de enero de 2013

Un destino de altura y cultura


Clima fresco, aire puro, bosque de pinares y robles, aves exóticas y hasta tigrillos, forman el entorno que rodea el Salto de La Estanzuela, uno de los destinos naturales del departamento de Estelí, en la región norte de Nicaragua.

La cascada tiene más de 40 metros de caída sobre una pared rocosa, una evidencia de su origen volcánico del plioceno, mioceno terciario (5.2-23.3 millones de años). Se halla en las estribaciones de la Cordillera Central de Nicaragua y forma parte de la Reserva Natural Tisey-La Estanzuela, entre los municipios Estelí y San Nicolás, 150 kilómetros al norte de Managua.

La reserva cubre una superficie de 9,344 hectáreas, con montañas que oscilan entre los 800 y 1,550 metros sobre el nivel del mar, donde prevalece una temperatura baja que favorece a la vegetación tropical y a la fauna.

Por la mañana, el bosque y sus senderos están cubiertos por un manto nebuloso que al caminante le da la sensación de ir sobre copos de nieve.

Antes de la salida del sol, el visitante puede escuchar una variedad de cantos de pájaros y más tarde observar algunos mamíferos silvestres.

Caminar por la montaña se vuelve tonificante, y bañarse en una poza --al pie de una cascada a casi mil metros de altura-- es una aventura inolvidable.

Por la comida y el hospedaje no hay que preocuparse, porque en la zona existen pequeños albergues para turistas.

Cinco especies de carpinteros rojos

El Eco Albergue Posada Tisey, ubicado a 1,460 metros de altura, en el núcleo de la reserva, es parte de una finca agroturística de 70 manzanas, dedicada al cultivo del café, flores y plantas ornamentales. Un día decidieron entrar al negocio del turismo y construyeron 6 cabañas para visitantes.


“Este es un lugar tranquilo, desde donde se pueden hacer caminatas por los senderos, subir a la montaña, visitar los miradores, la galería de piedras de don Humberto Gutiérrez o refrescarse en las aguas de La Estanzuela”, explica Dimas Cerrato, administrador del albergue.

Afirma que en estas montañas existen cinco especies de pájaros carpinteros rojos, propios de la zona, y una urraca de la variedad Sayaquique, que investigadores mexicanos creían que solo existía en México. En el bosque abundan las ardillas, liebres, gatos de monte, pájaros de plumajes coloridos y leoncillos.

Una noche de hospedaje para una pareja, en una cabaña, cuesta C$350, son C$175 por persona. En hospedaje comunitario vale C$130 por persona. El desayuno típico nicaragüense tiene un precio de C$60 y el almuerzo C$90, sin incluir la bebida.

Otro lugar donde se puede comer y dormir, en la cima de la cordillera, es La Garnacha, comunidad que en 2004 empezó un proyecto de ecoturismo comunitario acompañado de actividades productivas.

Eliodoro Miranda, encargado de la tienda comunal, cuenta que ahí elaboran queso con tecnología suiza, algo único en Nicaragua; cultivan 22 tipos de hortalizas y café orgánico, además de elaborar artesanías de marmolina, madera, barro y cuero.

Desde aquí se pueden hacer recorridos por senderos, a caballo, y visitar el mirador de Apaguají, desde donde se observan 10 volcanes de la cordillera, y conocer la laguna volcánica, a solo 3 kilómetros del eco albergue.

Aquí la noche en cabaña vale entre US$15 y US$20 por pareja. La comida tiene precios entre C$60 y C$100. En las cabañas colectivas cobran US$12 por persona, con dos comidas.

Nier Lucas, turista israelí de paseo por estas montañas, se mostró contento de poder disfrutar del paisaje y clima de la cordillera, el que valoró como “excelente, frío, pero bueno”. Indicó que le gustó el paisaje desde uno de los miradores.

En este lugar existen artesanos que trabajan el cuero, la madera y el barro, pero Carmelo Ramírez vio en la piedra de marmolina la oportunidad de desarrollar su talento artístico, y elabora piezas que vende a los visitantes.

Ramírez trabaja en su propia casa, donde instaló su expoventa con más de 70 modelos originales elaborados en marmolina, los que vende a precios de entre 40 y 5,000 córdobas.

El escultor


En la misma reserva natural, el campesino Humberto Gutiérrez, de 75 años, tiene la distinción de haber construido el museo de arte rupestre más grande de Nicaragua.

Cuando tenía 9 años soñó que un día haría “algo grande”. Ese día, su papá le puso la mano en la cabeza y le dijo: “Hijito, está cumpliendo años, vaya y juegue”.

“Esa fue mi primera celebración que me hizo mi papá, sin gastos ni nada, pero la guardo con mucha alegría”, recuerda Humberto.

De forma empírica y guiado más por el entusiasmo que por el conocimiento artístico, Humberto ha dedicado los últimos 47 años de su vida a labrar entre las paredes rocosas de su propiedad, con cincel y mazo, figuras en alto relieve de su inspiración.

En su imaginario mundo de elefantes, tigres, leones, damas, princesas, jaguares, iglesias y otros personajes, Gutiérrez piensa que así cumple con el sueño de su niñez y deja un legado esculpido en la piedra.

La primera obra que esculpió en las rocas fue una imagen de la Catedral de Estelí. Luego, figuras de indios, venados, tigres y otros animales silvestres. Hasta una imagen de las torres gemelas de Estados Unidos forma parte de su galería entre riscos y bosques.

En total son más de 900 piezas, de todos los tamaños y formas, las que están en permanente exposición, apreciadas por turistas nacionales y extranjeros; y aunque Humberto no cobra por la entrada ni por el tour que él mismo hace al visitante, sí acepta aportes voluntarios.

Cómo llegar:

La forma más fácil es tomar la ruta que sale detrás del Hospital Regional de Estelí (a 148 km de Managua) y recorrer unos 13 kilómetros hasta llegar al caserío La Estanzuela.



Fuente: El Nuevo Diario
Orlando Valenzuela | Destinos

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