En el pequeño pueblo de Mozonte, en Nueva Segovia, el arte fluye de las manos de cientos de artesanos desde antes de la conquista española, quienes transformaban el barro en piezas de uso cotidiano y religioso; con el tiempo refinaron sus técnicas hasta convertir sus creaciones en verdaderas obras de arte que hoy dan fama a este poblado segoviano. En este pueblo, descendiente de los chorotegas, existen 25 talleres de artesanía donde el visitante puede escoger entre una extensa variedad de refinadas y coloridas obras hechas de barro.
En Mozonte parece que el tiempo se detuvo. Las casas de adobe y techo de tejas rojizas le dan el toque de una ciudad que se quedó en el siglo XVIII. Más aún, porque aquí el barro forma parte de la vida cotidiana de sus pobladores, desde antes de la llegada de los colonizadores españoles.
Las paredes de las casas, las tejas, los utensilios de cocina como ollas, comales, vasos, instrumentos musicales de aire, adornos y hasta incensarios, eran elaborados de barro para uso domestico y rituales religiosos. Esa herencia cultural heredada por los Chorotegas, hace más de 1300 años, y trasmitida de generación en generación, permitió el desarrollo de una cultura basada en el uso del barro como materia prima con fines artísticos.
Estos indígenas de las tribus Chorotega vinieron de Chiapas, México y se establecieron en lo que hoy son los departamentos de Nueva Segovia y Madriz. Hace más de dos siglos -- 239 años-- obtuvieron el Título Real firmado por el Rey de España, por una extensión de 23,590 hectáreas, trabajando duro por 29 años para pagar tres monedas de oro puro por cada manzana de tierra.
La comunidad indígena aún conserva esos títulos reales y también muchas de sus costumbres, entre ellas su forma de gobierno, regido por un consejo de ancianos juramentado en un cabildo abierto. También conservan hábitos muy particulares en su forma de vivir.
Santuario de la Virgen de Guadalupe
El pueblo de Mozonte está ubicado a 4 kilómetros de la ciudad de Ocotal, cabecera departamental de Nueva Segovia, cuenta con una población de 7,800 habitantes en todo el municipio, entre ellos, 2 mil en su casco urbano. Ésta se dedica a labores agrícolas, ganadería, caficultura, ebanistería, forestal y alfarería.
Desde lejos se distingue este centenario pueblo por el Santuario de la Virgen de Guadalupe, erigido en la cima de la llamada Loma Santa, desde donde se observa todo el poblado y las montañas alrededor del valle que lo protegen. Cada 12 de Diciembre se celebra una peregrinación y purísima en esta ermita, según explica Hollman Palacios, de la secretaria ambiental municipal. Una antigua iglesia parroquial con su campanario en uno de sus costados, forma el centro de su estructura urbanística, adornado con un arborizado parque con andenes y monumentos dedicados al coronel Santos López, Sandino y a Monseñor Nicolás A Madrigal.
Este religioso fue párroco de Ocotal, Dipilto, Totogalpa, Mozonte, San Fernando y Ciudad Antigua, y falleció en 1977, siendo considerado un santo por la población que visita su tumba, en romerías los 18 de cada mes, para pagarle promesas por favores recibidos en su nombre. Era de origen chinandegano y se encuentra sepultado en la iglesia parroquial de este apacible pueblo.
De barro a la arcilla
Aunque el oficio de alfarero es antiguo en Mozonte, lo cierto es que la mayoría de los artesanos por siglos trabajaron haciendo lo mismo: ollas, comales, tinajas, y otros utensilios de uso doméstico, hasta que con el triunfo de la revolución sandinista llegó un artesano hondureño que les enseñó nuevas técnicas y del barro se pasó a la arcilla, dándole un impulso a l trabajo de los artesanos locales.
En esa época, en el pueblo existió una escuela de formación de artesanos, la cual llegó a recibir hasta 1,500 jóvenes de todo el país, pero la mayoría no vio futuro en este oficio y se retiraron a sus lugares de origen, quedando solo una veintena que se mantuvo y que hoy son los que con su trabajo le dan fama a este pueblo segoviano, según explica Cástulo Calderón, dueño del taller de artesanías El Almendro.
Calderón fue uno de esos 1,500 campesinos becados que dejó el trabajo rural y que hoy sobrevive elaborando floreros, vineras, bolsas, botellas, jarrones y demás. Cuenta que ya quedan pocos artesanos veteranos, ahora la mayoría son jóvenes que aprendieron el arte cuando trabajaron en los viejos planteles y hoy son dueños de sus propios talleres.
Anselmo López, del taller Tierra Fértil, (km 235) tiene más de 40 años de ser artesano, primero trabajando con el barro para hacer piezas utilitarias o rústicas, como comales, ollas y tinajas, pero desde los años 80 empezó a trabajar con la arcilla para hacer artesanía decorativa tales como adornos de pared y de mesa, pero no las pintaba.
Desde hace 11 años les da color. Recuerda que al principio trabajaba escondido en la casa para que no lo vieran los demás porque existía el concepto que éste era un trabajo de mujeres, pero con el tiempo y su participación en ferias se dio cuenta que los hombres también son buenos para este oficio. Su mamá era la que las vendía.
Denis Landeros aprendió también a elaborar cerámica con el artesano hondureño en el taller de William Gómez. Landeros solo elabora piezas de cerámica decorativas, entre sus motivos preferidos están campanas navideñas, juegos de mariposas, troncos con garrobos, alcancías de gallinas, conejos, pichingas lecheras, jarrones, iguanitas, hongos con escarabajos y piezas solo quemadas que compran otros artesanos para decorarlas.
Por su parte, en el taller El Nancite, de Juan Domingo Landeros, se destacan adornos para mesa y sala como jarrones, chocitas con nombre, platos del Barcelona, jarros, tejas pintadas, Sol y Luna, tanque de gas, cucharones entre otros.
En Mozonte existen 25 talleres de artesanías, donde trabajan un promedio de 3 a 5 personas, aunque hay algunos donde laboran más personas, sostiene Nicolás Gómez, vocal de la junta directiva del pueblo indígena. También existe un colectivo de mujeres que elabora artesanías con las hojas de pino.
Gómez cuenta que el mayor problema de los artesanos en la actualidad es la comercialización de sus productos, ya que las ventas se han bajado drásticamente y por eso han tenido que salir a vender a pueblos vecinos, además, la mayoría de compradores que llegan son intermediarios y quieren los productos a menor precio para ellos sacarles ganancias.
El cerro más elevado de Nicaragua
Aunque Mozonte tiene su principal atractivo en el trabajo que realizan sus artesanos, el municipio cuenta con bellezas naturales dignas de una visita especial, como el cerro más elevado de Nicaragua, el Mogotón, de 2,100 metros de altura, ubicado al noreste, sobre la cordillera de Dipilto.
Este pueblo de artesanos se encuentra a 234 kilómetros de Managua, sobre la carretera a Jalapa.
La tranquilidad que aquí existe, invita a recorrer sus calles ahora adoquinadas y visitar a sus artesanos, pero hay que estar claros que aquí no existe ningún hotel donde dormir, pero para eso están los de Ocotal.
Cómo llegar:En el mercado de Mayoreo se toman los buses que viajan a Ocotal todos los días. Desde Ocotal, cabecera departamental de Nueva Segovia, se toma cualquier bus que vaya a Jícaro, Jalapa, San Fernando, o Quilalí, ya que todos pasan por Mozonte.
Un reportaje de El Nuevo Diario